lunes, noviembre 27, 2006

Disconnected

Bueno, voy a estar ausente un tiempecillo. Estoy falta de inspiración pero con varias ideas bailando en mi cabeza, y con la novela pendiente por reescribir, además de un examen que tengo el miércoles y que creo que voy a suspender.
Es tontería que lo diga porque a excepción de Petrarca (y gracias Petrarca) creo que no mucha más gente lee mi blog. No es que me importe, me da igual, si escribo lo hago por mí y porque me apetece, simplemente.
Así que eso, no es un adiós, es un "voy a desconectar" por unos días hasta que tenga algo (decente o no) que dejar por aquí.
¡Hasta luego!

domingo, noviembre 19, 2006

El misterioso ámbito de la lavadora, secadora y plancha

No se si pasará solo en mi casa, o en la de todo el mundo, pero la ropa parece tener vida propia. Siempre ha sido y sigue siendo un enigma para mí el proceso que sufre la ropa al pasar por los tres puntos de evolución más importantes de su ciclo vital: lavadora, secadora y plancha.
En primer lugar, creo que mi lavadora hace que la ropa mute. Sí, auténticas mutaciones. Suele pasar con la ropa interior, pero a veces ocurre en algo de mayores dimensiones, como un jersey o unos pantalones. Metes la ropa en la lavadora, todo normal. Sacas la ropa de la lavadora y ha cambiado de color. Puede ser una mutación completa, en la que el tono de color original ha cambiado en la superficie total de la prenda o puede ser parcial, es decir, a manchas y de colores diferentes.
Esto no me desagrada, porque en algunas prendas queda bien y así les doy un cambio.
El misterio llega cuando hablamos de la secadora; la ropa desaparece. Yo suelo ser la encargada de sacar las cosas de la secadora, ordenarlas y guardarlas. Pues bien, aunque el contenido de la secadora es el contenido íntegro de la lavadora, cuando estoy emparejando calcetines, me doy cuenta de que un porcentaje del 70% o más de la totalidad de los calcetines están sin pareja. Luego, al cabo de tres o más puestas de lavadora, y por consiguiente, de secadora, las parejas aparecen. ¿Por qué pasa esto? ¿Se tratará de algún extraño caso de abducción texil? Y no solo ocurre con los calcetines. Aunque es menos frecuente, a veces pasa con otro tipo de prendas, a las que se le pierde la pista durante un tiempo hasta que vuelven a reaparecer.
Otra incógnita es lo que le pasa a la ropa después de salir de la secadora e ir al depósito de ropa para planchar. ¡Puedes esperar semanas, y semanas y semanas hasta que encuentres la ropa!, bien ya planchada o bien por planchar. Algunas veces he estado más de un mes buscando una sudadera o un pantalón, aunque sea para ponérmelo sin planchar o planchármelo yo misma, pero nada, nunca consigo encontrarlos. Luego algún día me asomo por casualidad al montón de ropa para planchar y allí está, bien a la vista y como si siempre hubiese estado ahí. Entonces le pregunto a mi madre: "Mamá, ¿has puesto tú ese pantalón ahí?" Y ella me responde: "Cariño, ese pantalón lleva ahí semanas."
Y en ese momento eres capaz de escuchar de fondo la música de psicosis.

miércoles, noviembre 15, 2006

Diario de sueños: Pesadilla antes de Navidad

Se me ha ocurrido la idea de contar una pequeña historia a partir de un sueño, bueno, más bien una pesadilla, que he tenido esta noche. No suelo acordarme de mis sueños, pero ya que no se me ha olvidado este, aprovecho. La he titulado Pesadilla antes de Navidad porque ha sido una pesadilla, ha sido antes de Navidad, y el malo tenía un sospechoso parecido con Jack Skeleton (creo que es así). Es muy paranoico y he metido muchas cosas de mi propia cosecha, pero ahí va. Dicho esto, ¡que comience el espectáculo!

El dolor de cabeza era verdaderamente molesto. Se sentía mareada, como si estuviese en un avión que da peligrosas vueltas en el aire, como si quedara suspendida del revés. El autobús no hacía más que girar, girar y girar por aquel tortuoso camino entre montañas. La ventana estaba empañada y sólo se podían distinguir manchas difusas a través de ella. Con el puño de su jersey limpió un trozo y miró con atención. El paisaje gris y marrón pasaba rápidamente por el cristal de forma repetitiva. Las colinas estaban cultivadas, y sus frutos verdes contrastaban con el cielo plomizo.
A su lado, su compañera de asiento tenía los ojos cerrados y movía ligeramente la cabeza al compás de la música que oía por los auriculares. Se fijó en las demás personas del autobús. La mayoría de ellos no estaban preocupados; parecía que fuesen de excursión o de paseo por el campo, pero aquello no era un viajecito de placer y todos deberían saberlo. Sólo algunos como ella misma miraban por las ventanas con aprensión, deseando que el viaje terminara pronto. La muchacha apoyó su mejilla en una mano e intentó no pensar en nada, dejar la mente en blanco y tranquilizarse, invadida de repente por un frío intenso. Sólo le quedaba esperar a que llegaran al almacén.

Hacía mucho tiempo que Iris no subía al almacén, y apenas lo recordaba desde la última vez que fue, en compañía de su hermano mayor cuando aún era una niña que no sabía nada. Estaba anocheciendo; la luz del cielo iba apagándose lentamente sin dejar a su paso una sola estrella. Soplaba un viento helado que se colaba entre las ropas y olía a polvo. La silueta oscura e irregular del almacén se recortaba contra el cielo en lo alto de un montículo. La piedra desnuda y gris bajo la cual se alzaba estaba gastada por el tiempo y por algo más, y la entrada a los subterráneos era una rendija de oscuridad. Iris se estremeció, temblando de pies a cabeza como una hoja. No le gustaba nada aquel lugar. Estar allí la hacía sentir expuesta y vulnerable.
Del autobús bajaron los seis adultos que los acompañaban, cargando con sacos vacíos a sus espaldas y les hicieron un gesto para que se acercaran. Ella, la chica de los auriculares y tres chicos más se reunieron en torno a ellos. Los adultos iban armados. Iris no conocía personalmente a ninguno de ellos, y a tres de ellos solo de vista. En realidad no conocía a nadie a excepción de Steve, un chico que vivía en el mismo refugio que ella. Steve y ella se miraron. Él no parecía tener miedo aunque sabía que sólo era una fachada. Mientras se preparaba para salir había escuchado como en la habitación contigua, Steve discutía con su madre. Habían hablado en inglés, pero no hacía falta ser un genio para averiguar el motivo de la disputa.
Un hombre, el que parecía estar al mando, sonrió ampliamente. Iris sintió como la rabia crecía en su interior. ¿Cómo se atrevía a sonreír como si no pasara nada? ¿Acaso pensaba que eran unos niños tontos que no sabían lo que sucedía?
- Ya sabéis para qué hemos venido.- Dijo el hombre.- Esta es la visita bimensual al almacén para reponer las provisiones de los refugios. Para algunos de vosotros esta será vuestra primera vez, y os aseguro que no es tan peligroso como cuentan por ahí. Nosotros estamos preparados y tenemos armas. Vigilaremos la entrada del almacén mientras vosotros cogéis lo necesario del almacén. Tomad, aquí tenéis la lista. No tardéis demasiado.
Iris cogió la nota de papel doblado que le dio una de las mujeres con dedos temblorosos. Se dio la vuelta para dirigirse al interior del almacén detrás de los demás chicos pero se paró un instante al llamarle la atención un reflejo sobre el metal de una pistola en manos de unos de los adultos. Más que tranquilizarla, aquello sólo hizo que se sintiera más insegura.

Los subterráneos del almacén eran muy extensos y bastante profundos. Abajo estaba húmedo y costaba trabajo respirar. Con ayuda de unas linternas pudieron guiarse sin dificultades y encontrar las puertas de las despensas, numeradas del uno al siete. Iris miró su nota con atención y entró en una despensa cualquiera en busca de los alimentos y utensilios que aparecían en la lista. Se quedó atónita cuando iluminó con la linterna el interior de la habitación. Estaba atestada de estantes llenos con cajas de comida, medicinas, botiquines para primeros auxilios, mantas, algunas ropas viejas, incluso juguetes para niños pequeños. Hacía tanto tiempo que no veía nada así… En el refugio no había nada con lo que entretenerse, no había dulces y las comidas estaban racionadas mediante cupones. Miró la lista con apenamiento y lamentó no poder llevarse algo más.
Mientras metía en un saco las cosas que necesitaba escuchó como los demás hablaban entre sí. La chica de los auriculares tarareaba una canción y silbaba, y el chico que había ido con Steve no hacía más que hablar y hablar, sin esperar a que él le contestara. Una suerte, porque Steve tal vez no lo entendiera demasiado bien. Era norteamericano y aunque llevaba ya siete años en su mismo refugio, Iris nunca lo había escuchado hablar español.

Salió de la despensa arrastrando el saco a sus pies y cerró la puerta con el número tres. El muchacho que iba con Steve salía también en ese mismo momento, diciendo:
- No entiendo porqué no podemos comer todo eso que se cultiva fuera…
- ¿Acaso no sabes nada?- Preguntó el otro chico, con el entrecejo fruncido.- Lo que se cultiva fuera no nos pertenece, es de ellos. Además, está envenenado, para nosotros es mortal.
El chico palideció y cerró la boca. Steve alzó las cejas; parecía satisfecho. La chica de los auriculares salió por fin, sin dejar de silbar. Tenía en la mano una barrita de chocolate. Miró a los demás de forma traviesa, guiñó un ojo, escondió la chocolatina en un bolsillo y empezó a subir hacia la salida.

Cuando salieron, era completamente de noche. Los adultos los esperaban cerca del autobús, con armas en mano y alguno fumándose un cigarrillo. Al verlos salir abrieron el guarda equipaje del vechículo y los ayudaron a dejar allí los sacos con las provisiones.
Cuando Iris se sentó de nuevo en su asiento y miró por la ventana para ver el almacén cada vez más lejos se sintió inmensamente bien y tranquila. Sabía que aún no estaba segura, pero al menos ya iban de regreso a casa. Suspiró feliz y advirtió la cabeza había dejado de dolerle. Ya no hacía frío, y el ambiente del autobús, extrañamente caldeado, la tentaba a dormirse. Sin embargo resistió. Debía mantener los ojos abiertos a toda costa.

En la sala común del refugio todo estaba como siempre. Junto al fuego, los más ancianos, enfundados hasta los ojos en sus mantas, hablaban en voz baja de asuntos sombríos. Las familias recién llegadas, normalmente parejas jóvenes con hijos pequeños, descansaban en los sofás, agarrados de las manos y con miradas perdidas mientras los niños, felices, jugaban con otros más mayores, sin ser conscientes de nada. Iris recordó que ella solía hacer lo mismo a su llegada, vigilada siempre por la atenta mirada de su hermano mayor. Estaba cansada, tenía sueño y sólo quería cerrar los ojos y dormir. Había cogido la manta que cubría la cama de su habitación, se había sentado en el suelo cerca del fuego y mientras miraba a los niños jugar, disfrutaba de la agradable sensación de que el sueño se apoderaba de ella. Estaba a punto de quedarse dormida cuando alguien le dio un golpecito en el hombro. Abrió los ojos de golpe, sobresaltada y se encontró con Steve, quien se había sentado a su lado y la observaba fijamente.
- ¿Te llamas…Iris, no es?
- Sí, me llamo así. Tú eres Steve.

El muchacho asintió con la cabeza. Hablaba con torpeza y parecía cohibido, como si quisiera decir algo y no se atreviera.
- ¿Qué le pasó a…tu hermano?
La mirada de Iris se ensombreció y las manos le temblaron ligeramente. Se tapó más con la manta y miró a Steve, que esperaba pacientemente.
- Mi hermano…se perdió. Lo enviaron en una partida de exploración más allá de nuestros terrenos. Recuerdo que quería encontrar otros lugares donde construir más refugios porque llegaba más gente de la que podíamos albergar. Pero…nunca regresó. No sé si está muerto, o vivo, sólo que está perdido. Igual pasó con los demás miembros de la partida. ¿Por qué me lo preguntas?
Steve agachó la cabeza con tristeza y entonces Iris se dio cuenta de que se había equivocado al deducir el motivo de la discusión del chico con su madre. Sintió una punzada de lástima por él.
- Tu madre también se va a ir, ¿verdad?
Pero Steve no pudo responder. En ese instante se oyó un grito al otro lado de la puerta acorazada que llevaba a las despensas propias del refugio, y luego, un silencio espeluznante roto al final por una risa inhumana que hizo que a Iris se le congelara la sangre en las venas. Nadie se movió ni habló, nadie ni siquiera respiró. De repente la puerta se abrió de golpe. No se veía nada, sólo una oscuridad que parecía tener ojos y garras, una oscuridad viva y llena de maldad. En el suelo, muerto sobre un charco de sangre, estaba Path, uno de los adultos del refugio. Se escuchó una voz que sonó como la de la propia muerte:
- Abandonad este lugar si no queréis morir…



lunes, noviembre 13, 2006

Felicidades a ti, felicidades a tu

Pues felicidades, mi querida Pía, aunque ya te las di adelantadas ayer por msn y además, dudo que te pases por aquí y lo veas, pero bueno, no importa ^^
Lo tengo decidido, un día iré a hacerte una visita a Chile. Si me toca la lotería, será una de las primeras cosas que haga y si no me toca... cuando tenga el dinero suficiente, también será una de las primeras cosas que haga. Se te echa de menos por aquí, ¿sabes? No es broma, aunque sí un poco sentimental. Pero es verdad. Tengo una foto tuya y mía en mi mesa de cuando fuimos de excursión al castillo de la calahorra. Tú estás muy bien, pero yo tengo unas pintas... ¡Estoy horrible! Con las gafas, sin un diente... y muy mal en general. Tengo más, de una vez que fui a la piscina de la universidad con vosotros, y además un trozo de papel donde pusiste mi nombre cuando nos regalaste una pulsera a cada una antes de irte. También recuerdo cuando fuimos a despedirte al aeropuerto... creo que te di una carta, ¿verdad? No me acuerdo de lo que decía. Bueno, ya vale de sentimentalismos, que me pongo y no paro. En fin, que felices dieciocho años Pía.
Desde Granada, España, tu amiga Ana ^^ que te quiere mucho! y que no se olvida de ti!
PD: que cursi soy xD

viernes, noviembre 10, 2006

My computer hates me

Estoy ya hasta los p_ _ _ _ c_ _ _ _ _ _ de mi ordenador. De verdad, es desesperante. No sé que puñetas le pasa pero...¡me entran ganas de lanzarlo por la ventana! Eso sí, no creo que eso resolviera el problema que tiene, pero es una fuerte tentación. Resulta que, cuando le da la gana, va y se reinicia solo. Y es muy jodido.Suele ocurrirle cuando estoy haciendo varias cosas a la vez, como por ejemplo, tener abierto el word, hablar por msn, ver un par de páginas web y escuchando música. Solo eso, y de buenas a primeras la pantalla se pone negra con un "puf" y ala, reiniciando. Y se me pierde todo lo que estaba haciendo. Me daba mucho coraje cuando estaba escribiendo algo en el word, porque claro, yo no tengo premoniciones y no sé cuando al ordenador le va a dar por apagarse, así que no sé cuando guardar. Intento guardar de vez en cuando, pero se me olvida -__- Ahora escribo menos en el word, pero lo que más me molesta es que no puedo jugar a nada. En cuanto llevo más de quince minutos, puf, adiós. Y si sigo jugando, eso pasa casi cada cinco minutos.
TT---TT creo que es odio. Ya lo llevamos a arreglar varias veces, pero no supieron qué le pasaba y se quedó el problema sin solucionar. Seguramente me tiene manía... pero en fin, hay que aguantarse. Es mi ordenador personal, para mí sola, en mi cuarto y con internet.
Podría ser perfecto... pero no, tenía que tener algo malo, como no ¬¬ que todo estuviera bien sería demasiado bonito.

martes, noviembre 07, 2006

Cambio de "look"


Es curioso lo bien que sienta un simple corte de pelo. Siempre me siento genial después de ir a la peluquería, como si fuera una chica nueva, con más valor, más fuerza y más poder de seducción. No es algo que quiera aparentar, es algo que siento interiormente. Y me encanta, a menudo sólo me siento así en esas ocasiones.
Llevaba ya un tiempo indecisa, sin saber si cortarme el pelo o no. A mí siempre me ha gustado el pelo corto, de hecho, no sólo me ha gustado, sino que casi siempre lo he tenido así. La única vez que llegué a tener el pelo pasándome los hombros fue para mi comunión, y me lo corté justo al día siguiente. No lo soportaba, era un auténtico fastidio. Lo peor era el secador, horas y horas secándome el pelo, y lugo encima se me hinchaba. O como me pasó una vez, que se me quedó enredado uno de esos cepillos redondos de púas. De los tirones que me daba mi madre para sacarlo acabé con la cabeza insensible. Al final hubo que cortar por lo sano, como dicen. La vez que más corto lo he tenido fue hace dos años, a mi entrada en el instituto. Necesitaba darme un cambio de aires, darme a conocer de otra forma a como siempre me había visto la gente, y volví a cortar por lo sano. Me lo corté mucho, pero quedaba chulo. Además de corto, me lo puse de punta. Me gustaba mucho, y luego me lo teñí de rojo. Parecía otra.
Esta vez no he llegado a esos extremos. Me lo he dejado de melenilla, justo para no tener que secármelo y poder dejarme las puntas hacia afuera. Y paso de volver a teñírmelo, así está bien.
Juro que esta vez he intentado dejármelo crecer, pero está comprobado: es imposible. Yo y el pelo largo no somos compatibles. Me da un poco de pena, pero estoy en la gloria con mi pelo más corto. Es como una liberación. Creo que si he aguantado tanto fue por una apuesta que hice con un amigo: quién se lo cortara antes, invitaba al otro a comer. Y comer gratis es un buen aliciente para esforzarse. Gané yo ;) y todavía me debe una comida en el wok.

jueves, noviembre 02, 2006

Mis pinitos como fotógrafa

Bueno, aquí os dejo un muestrario de algunas fotos hechas por mí. No son gran cosa, pero a mí me gustan. La mayoría están hechas desde mi ventana o desde mi tejado, y la temática no es demasiado variada, pero en fin... soy una forofa de los atardeceres y amaneceres, siempre que veo alguno que me gusta no puedo resistirme a fotografiarlo. Quiero hacer algún curso de fotografía...




Esta la hice en... Almería creo, tiene un par de años ya y no lo recuerdo bien, pero bueno, está curiosilla, ¿no?



Desde mi ventana. La torreta esa blanca que veis ahí es parte del cuartel que hay al lado de mi casa.



Esta la hice en Madrid, hace también tres años o así. No sé exactamente porqué salió así azulada pero la verdad es que queda bien ^^



En... ah, sí, en el Castillo de la Calahorra, que para quién no lo sepa, en realidad es un palacio renacentista hecho en Italia y exportado aquí. Está de camino hacia Almería, sino recuerdo mal.



Desde mi tejado, ya anocheciendo. Podría haberse captado mucho mejor, pero mi cámara no da para tanto -_-



Desde mi ventana, no me acuerdo de cuando la hice ^^u



Y esta también desde mi ventana, hace un par de días o tres.

Lo sé, no son muy originales, pero intentaré variar. Necesito ver más mundo.